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Empieza un nuevo año con cambios en el sector. Se acabó lo que se daba. Con la llegada del nuevo año 2021 en China, el país que durante décadas fue el mayor receptor de basura mundial para su procesamiento cierra definitivamente a cualquier tipo de residuo procedente del extranjero.  Pekín culmina un proceso iniciado por fases hace tres años con el que busca proteger su medio ambiente y la salud pública, y volcar sus recursos en gestionar el creciente volumen de desechos que genera su propia población, que no es poco.

A mediados de los años ochenta, Deng Xiaoping animó a toda la nación a emprender y abrirse al extranjero. Entonces fue cuando China comenzó la importación de residuos sólidos para reciclar con los que cubrir parte de la demanda de su incipiente señor industrial. Se ha llegado a calcular que China llegó a recibir hasta un 95% del plástico usado proveniente de la Unión Europea o el 70% del plástico generado en Estados Unidos. De esta forma, todos estos desechos entraban en sus plantas de reciclaje, dónde el país limpiaba, trituraba, transformaba y reutilizaba casi la mitad de los productos reciclados de todo el mundo.

Esta nueva normativa que entra en vigor, supondrá mayor presión a otros países asiáticos para que sean ellos los recicladores.

Pero con los años, este proceso le ha pasado una gran factura al medio ambiente y la salud de su población, llegando a ser uno de los países más contaminados del planeta. Una gran parte de los residuos enviados desde países desarrollados estaban demasiado dañados, sucios o mezclados con otros residuos no aptos para reciclar, por lo que acababan incinerados o tirados sin control en los vertederos. Tampoco ayudaba que gran parte de las empresas dedicadas a estas tareas fueran pequeños negocios en los que el proceso se realizaba de forma manual y sin prestar gran atención a las normativas ambientales, lo que degeneró en vertidos ilegales, la contaminación de suelos y acuíferos o altos niveles de emisiones de carbono. Por eso es normal que el país asiático haya puesto medidas para solucionar este gran problema.

La capital mundial del reciclaje

En la localidad de Guiyu, en la provincia sureña de Cantón, era el compendio de todos los males de la industria. Conocida en su día como la capital mundial del reciclaje de la basura electrónica, los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, por sus calles se avistaban cantidades de aparatos eléctricos; montañas de monitores, módems y teclados con letras desgastadas, baterías en descomposición junto a las acequias o marañas kilométricas de cables que desprendían un denso humo negro al ser quemados para extraer de ellos el cobre. Y como hemos comentado en otros blogs, estos pueden contener sustancias muy nocivas, lee este blog si estas interesado.

Según las propias autoridades chinas, hasta un 60% de los talleres inspeccionadas violaban la normativa gubernamental en el 2017, y los niveles de plomo, cromo o metales pesados presentes en la localidad eran cientos de veces superiores a los de otras localidades chinas.

Cansada de ser el vertedero del mundo

Pekín comenzó a limitar la importación de basura en el 2017, pero seguía siendo voluminosa igualmente.

A partir de entonces, quedó prohibida la llegada de 24 tipos de residuos para reciclar, incluidos los plásticos, una lista que ha crecido hasta llegar a los 56 artículos. Aun así, existía la posibilidad de solicitar una excepción para la entrada de material prohibido, algo que acabará definitivamente al comenzar el 2021: solo podrán entrar en el país materiales reciclados ya procesados en el extranjero.

Para Mao Da, director de la ONG Shenzhen Zero Waste, las actuales políticas adoptadas por China deben servir de ejemplo para que los países en desarrollo no se conviertan en los basureros del primer mundo, como lo siguen siendo actualmente algunos países de África. “Solo cuando se den cuenta de los problemas que esto genera en el medio ambiente y a su población, y adopten una legislación nacional y controles efectivos podrán romper el ciclo y frenar este comercio injusto” del que parece que los países desarrollados se están aprovechando, y el cuál parece que la sociedad está desinformada, señaló al medio SCMP. Aun así, como ya sucedió en el año 2017, todo apunta a que la entrada en vigor de la prohibición supondrá mayor presión en muchos de sus vecinos asiáticos –Vietnam, Tailandia, Filipinas– para que se hagan cargo de los residuos que China ya no quiere.

Camino hacia una economía más verde

En su camino hacia una economía más verde y sostenible, Pekín podrá centrarse ahora en la gestión de la basura que originan sus propios ciudadanos, unos 215 millones de toneladas anuales que suelen acabar incineradas o en vertederos, un método no eficiente. Poco a poco, el país ha avanzado en varios programas que apuestan por aumentar el reciclaje de productos sólidos a la par que se reducen el resto de residuos. Ciudades como Shanghai o Pekín han sido pioneras a la hora de hacer obligatorio el reciclaje en cada vecindario, y con el nuevo año también quedarán prohibidas las bolsas de plástico no biodegradables en las grandes urbes.

¿Qué pasará con todos esos residuos ahora que provienen de la Unión Europea y de los Estados Unidos?

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